Cuando niño jugaba que era Superman y eso, por supuesto, es etapa superada. Ahora al inicio de esta segunda mitad, puedo decir con toda certeza que estoy seguro que lo soy. No porque tenga un físico perfecto, pueda volar o no me dañen las balas. Esas son tonterías de superhéroes de segunda categoría. Soy Superman porque después de 46 años de convivencia con todo tipo de peligros, tantas enfermedades, cientos de decepciones y muchas alegrías, éxitos y fracasos, altos y bajos, períodos de soledad y compañía, avances y retrocesos, aquí estoy firme e igual o incluso más ilusionado que como cuando apague esa primera vela al inicio de la primera parte de esta historia, intacto y con mucha cuerda que dar.
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